Infancia y Salud
Y del zika, qué sabemos
La microcefalia fue la señal de alarma para determinar que el virus del zika producía este trastorno.
Jorge Bello
Una pediatra dio la voz de alarma. Había observado un notable aumento en el número de bebés que nacían con la cabeza pequeña, demasiado pequeña para ser normal. Se dedicaba a la neurología infantil en la ciudad de Recife, Brasil, en 2016.
Luego, gracias a los nexos entre las universidades, los hospitales universitarios y los departamentos de salud pública del país, se pudo comprobar lo que sin duda era una catástrofe. Mientras que en 2010 habían nacido unos 150 bebés con la cabeza demasiado pequeña en todo Brasil, en 2015 estos casos de microcefalia fueron de casi cinco mil.
Microcefalia es cabeza pequeña, pero aquí se refiere a una pequeñez anormal, patológica, sin duda una enfermedad. Esta microcefalia implica un desarrollo cerebral insuficiente, y esto a su vez conlleva una alta discapacidad para siempre, tanto en lo físico como en lo intelectual.
Esta microcefalia, que es anormal, no debe confundirse con cierto grado normal de nacer con la cabeza un poco pequeña, cosa que ocurre más o menos en unos cinco bebés de cada cien; en estos casos, muy diferentes de los anteriores, el desarrollo del cerebro es normal.
Al principio no se sabía la causa de tantos bebés que nacían con microcefalia y quedaban por tanto condenados a la discapacidad. Entonces, un grupo de laboratorios de hospitales universitarios, trabajando con objetivos comunes, organizados y con suficiente presupuesto, llegaron a la conclusión de que se trataba del virus Zika, que produce la enfermedad zika (o zica).
Este virus era nuevo en Brasil, pero no lo era para ciertos países de Asia y África, que sabían de la existencia de este virus, sobre todo en monos aunque también en personas, desde la década de 1940. Se cree que el virus entró en Brasil durante el campeonato mundial de fútbol de 2014.
Un mosquito transmite el virus y por tanto la enfermedad. Es el Aedes aegypti, el mismo que también transmite el dengue (y la malaria, y la fiebre chikungunya, etc.). También lo contagia, aunque menos, el mosquito Aedes albopictus, más conocido como mosquito tigre. Ambos son de hábitos diurnos y urbanos.
Brasil comenzó de inmediato una gigantesca campaña antimosquito, casa por casa, barrio a barrio, fumigando y haciendo educación sanitaria una y otra vez, y así lograron controlar el mosquito, y por tanto la enfermedad. Pero no del todo porque, por ejemplo, en 2019 se detectó la presencia del virus en Foz do Iguaçú, en la frontera con Misiones.
Cuando el virus Zika afecta a una embarazada, la enfermedad zika pasa de la mujer al feto, y es aquí donde el virus puede producir grave e irreversible daño en el desarrollo de la cabeza.
No hay tratamiento ni vacuna contra el zika. Lo que hay que hacer entonces es prevención y educación sanitaria, que todos estén bien informados para actuar en consecuencia. La rubéola congénita también puede provocar grave microcefalia, pero contra esta enfermedad ya hace años que hay una vacuna segura y efectiva, y que se aplica en Santa Fe de manera sistemática. Y gratis.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los países o regiones donde esté presente el mosquito transmisor tengan siempre preparados los medios para el diagnóstico del zika a fin de poder hacer diagnósticos rápidos. No sería equivocado pensar que este virus tan dañino pueda aparecer en Santa Fe, y por lo tanto hay que saber qué hacer, y cómo hacerlo, y con anticipación.
Mientras tanto hay que seguir luchando contra el mosquito, y hacerlo sin descanso. Tal como afirmaba la revista Pesquisa en 2016, esta lucha sin cuartel debe hacerse "mediante un esfuerzo coordinado entre científicos, el poder público y la población".
Tenemos una población valiosa y con buena voluntad, y bien dispuesta, pero nuestros científicos están en riesgo por causas políticas bien conocidas y poco responsables. Y el poder público no parece estar ni de lejos a la altura de las circunstancias, más entretenidos tal vez con el propio ombligo que con la salud de los demás.
La mencionada revista (Pesquisa), es un publicación mensual y gratuita de la Universidad de São Paulo (San Pablo). Se edita en portugués, castellano e inglés, y su objetivo es la divulgación de la ciencia, sobre todo la del país. Es todo un ejemplo para tomar ejemplo, y para comprender que no es cerrando puertas ni cortando puentes como saldremos adelante.
Todo lo contrario: solo hay esperanza si todos juntos abrimos puertas y tendemos puentes. Y en los tres niveles mencionados: "entre científicos, el poder público y la población". La revista Pesquisa puede encontrarse aquí: https://revistapesquisa.fapesp.br.
Medir la cabeza
La medida de la cabeza del bebé varía un poco según cada bebé, y presenta así un cierto margen de tamaños normales. La mayoría tiene una cabeza de circunferencia media, pero hay un pequeño porcentaje que tiene la cabeza un poco más pequeña o un poco más grande que la media, y son igual de normales pues están dentro de los límites que se consideran normales.
Es más allá de estos límites donde está lo que no es normal, sino patológico. No hay que confundir una cosa con la otra. Por este motivo, medir la cabeza del bebé es una práctica habitual y necesaria en todos los controles del bebé hasta los dos años de edad.
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Medir la cabeza (es decir, la circunferencia, el perímetro craneal) es tarea fácil pero exige una cierta técnica, un cierto entrenamiento previo y por supuesto un grado profesional de responsabilidad. Es tarea de la pediatría, o mejor dicho de la puericultura.
Entonces, tanto un pediatra como una enfermera práctica en pediatría pueden por igual medir la cabeza del bebé, y ambos entienden que se genera preocupación, y urgencia, cuando la medida o el ritmo de crecimiento no llegan, o exceden de los límites establecidos.
Con estos argumentos tranquiliza pensar que en los centros de salud hay, o debería haber, a la mañana y a la tarde, al menos una enfermera práctica en pediatría. Así, el centro controla de manera periódica a todos los bebés del barrio en términos de tamaño de la cabeza, peso, estatura, alimentación, vacunas y desarrollo. Esta información queda bien registrada en la historia clínica de cada uno.
Se trata de saber, aún sin estar el pediatra en el centro, quién está normal y quién no, quién evoluciona bien y quién no. La mayoría de los bebés y niños del barrio quedarán comprendidos dentro de los límites previstos como normales. Pero quien se escape de estos límites, o preocupe por cualquier otra causa, mañana mismo lo verá el pediatra.
Se trata de abrir puertas y de tender puentes. La semana pasada abrió sus puertas una nueva escuela para la formación de profesionales de enfermería. En Sauce Viejo. Bienvenida sea.
Es otra gran oportunidad para pensar de qué manera y con quién podemos hacer bien hecho lo que tenemos que hacer, que es lo que la gente necesita. Insisto, tenemos que hacerlo entre todos: científicos, poder público y población.